Las operaciones secretas que planificaron invadir la España de Franco en la Segunda Guerra Mundial

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El 14 de noviembre de 1940, el embajador alemán en Madrid, Eberhard Von Stohrer, se presentó por sorpresa en el despacho del ministro de Asuntos Exteriores español, Ramón Serrano Suñer, para comunicarle que Hitler deseaba reunirse con él, inmediatamente, «para hablar de cosas importantes». La famosa reunión de Hendaya, celebrada tan solo tres semanas antes, no había salido como el Führer esperaba, pues el dictador español se había opuesto finalmente a participar en la guerra, tras varios meses con una postura más que ambigua, y tenía que hacer algo al respecto.

Al dictador nazi no le importaba que uno de sus asesores, el jefe de Estado Mayor, Franz Halder, le hubiera desaconsejado dicha colaboración: «España está tan deteriorada que resulta un socio político inservible. Hay que lograr los objetivos esenciales para nosotros, como Gibraltar, sin su participación activa». Tenía que reunirse con Serrano Suñer e intentar que se subiera a su barco. Tras consultar con Franco y varios de sus principales consejeros militares sobre la conveniencia o no de acudir a aquella llamada, el ministro español partía sin más dilación hacia Berchtesgaden, el refugio que el líder nazi tenía cerca de la frontera con Austria.

Poco después de llegar a su destino, en la tarde del 18 de noviembre, Hitler le dijo que le había convocado para, «según lo convenido en Hendaya», fijar la fecha de su entrada en la guerra invadiendo Gibraltar, que luego pasaría a manos de España: «Es absolutamente necesario atacar el peñón. Lo tengo decidido. Tengo la operación minuciosamente preparada y se trata ahora de fijar el día. Hay que empezar», manifestó el Führer, según el relato hecho en 1976 por el propio Serrano Suñer, siempre empeñado en defender la idea de que él tuvo mucho que ver con que España se mantuviera neutral.

En aquel momento Alemania dominaba ya toda la Europa centro-oriental y avanzaba inexorablemente por el continente con la vista puesta, también, en nuestro país. Aquel proyecto que reveló Hitler fue, incluso, bautizado como la Operación Félix, que es considerada hoy la más famosa de las operaciones militares que se prepararon en la Segunda Guerra Mundial para invadir España. Sin embargo, no fue la única. «Hubo más de cincuenta diseñadas por Gran Bretaña, Alemania, Francia y Estados Unidos. Estas podían ser para conquistar las islas Baleares, las islas Canarias, el Marruecos español o, directamente, la Península Ibérica, ya sea una parte o toda ella entera, como ocurrió en el caso de los británicos y los alemanes», explica Pablo Cuevas a ABC, autor de ‘Objetivo: invadir España’ (La Esfera de los Libros, 2023).

Caída de Francia

«Lo cierto es que la Península Ibérica tuvo una importancia secundaria hasta la invasión de Francia por parte de los nazis y la entrada en la guerra de Italia en junio de 1940. El Mediterráneo y el Atlántico se convirtieron entonces en los escenarios principales y, además, Hitler pensaba que era necesario que Alemania continuara combatiendo contra el Reino Unido allá donde pudiera hacerle daño. Es entonces cuando considera la posibilidad de conquistar Gibraltar», subraya el historiador, autor también de ‘Amberes 1944: la campaña del estuario del Escalda’ (2014) y ‘Zelanda 1940-1944’ (2018), ambos en la editorial Almena.


  • Autor:
    Pablo Cuevas
  • Editorial:
    La Esfera de los Libros
  • Páginas:
    456
  • Precio:
    22,90 euros

La importancia de todas estas operaciones quedaba reflejada en los contingentes que destinaron a ellas, que incluían a los mejores oficiales, a las tropas de élite, a los espías más preparados e intrépidos y a mandos tan relevantes como el general Dwight D. Eisenhower, que sería después presidente de Estados Unidos, o el general George Patton, que participó en la modificación del plan con el que los norteamericanos pretendían conquistar el protectorado español de Marruecos.

El número de tropas asignadas a la Operación Félix, por ejemplo, no solo fue cuantiosa, sino que fue en aumento. En un principio se pensó que sería suficiente con un cuerpo de ejército que englobase infantería y artillería, pero ante la necesidad de destinar tropas a defender la península, aunque no participaran en el asalto a Gibraltar, fue necesario acudir a mandos de mayor nivel y a contar con tres cuerpos: el del asalto del peñón propiamente dicho, denominado «de montaña»; otro de tropas motorizadas, con una división Panzer y dos de infantería motorizada, y otro aéreo, que debería reunir a cazas, bombarderos y aviones de reconocimiento, además de cañones antiaéreos y ligeros. También intervendrían dos submarinos para vigilar las aguas del estrecho y defender las comunicaciones.


Avión de la Royal Air Force, en Gibraltar, durante la Segunda Guerra Mundial


ABC

17.000 hombres

Se reunieron más de 17.000 hombres, cuyo entrenamiento se llevó a cabo desde el 28 de octubre en el campamento militar francés de Valdahon, cerca de la frontera de Suiza. Allí, la artillería mejoró su precisión y ensayó a disparar con luz artificial. Se buscaba sobre todo la interacción entre sus distintos componentes, para que la coordinación fuera lo más efectiva posible y que la invasión concluyera rápido y con un número menor de bajas. No obstante, en aquellas prácticas se vio que la escalada del peñón podía suponer un gran número de bajas, entre otros inconvenientes, y se fue retrasando en medio de los vertiginosos acontecimientos del conflicto más devastador de la historia.

Al contrario de lo que se suele pensar, sin embargo, ‘Félix’ no fue la primera operación de invasión de España. «En una fecha más temprana, el 13 de junio de 1940, Gran Bretaña empezó a pensar en qué pasaría si Francia sale de la guerra y pide un armisticio [que se produjo finalmente nueve días después]. Entre sus hipótesis estaba un ataque a Gibraltar por tierra, ya fuera por parte de los españoles en solitario o en colaboración con los alemanes. Así que, antes de que Hitler se acordase de la existencia del peñón, Reino Unido planificó cómo responder a esa posible pérdida. Para contrarrestar ese ataque, pensó en invadir las Azores, que pertenecían a Portugal, y la isla de Gran Canaria, en cuanto España mostrase el mínimo indicio de hostilidad. Este último objetivo lo eligió porque contaba con un buen puerto, un aeródromo y estaba menos defendida que Tenerife. Estas operaciones debían hacerse por sorpresa, sin ninguna declaración previa de guerra», explica Cuevas.

Félix, Pilgrim, Backbone I y II, Adroit, Gisela, Tonic I y II, Challenger… Más de cincuenta operaciones, incluidas sus variantes, con las que aquella España recién salida de la Guerra Civil –con los cultivos arrasados, los comercios vacíos, los precios por las nubes y la cartilla de racionamiento sin nada que repartir– podría haberse visto abocada de nuevo al abismo. Al final, por suerte, ninguno de aquellos planes se puso en marcha y el país pudo curar sus heridas poco a poco.

«Ambos bandos planificaron invasiones de España –añade el autor–, pero siempre como reacción a una entrada en la guerra decidida por el Gobierno, ya fuera este el de Franco o el nacido de un golpe de Estado contra él. Además, se seguía viendo a España con la imagen que había dejado tras su lucha contra Napoleón un siglo antes: la de un pueblo salvaje, violento, apasionado e irracional, tal y como habían demostrado de nuevo en su última guerra civil. España era un Afganistán europeo y no era un buen negocio meterse en una guerra por su territorio. Poco que ganar y mucho que perder, como ya habían sufrido los ejércitos napoleónicos no hace tanto».

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